Un capítulo se compone de escenas. Cada escena supone una
unidad narrativa mínima. Constituye una unidad de lugar, tiempo,
acción y punto de vista. Cambiaremos de escena siempre que uno de estos
elementos varíe y efectuaremos el paso de una a otra mediante un espacio
activo en blanco. Desde el principio de cada escena el lector sabrá quién habla o piensa, dónde, cuándo y el punto de vista desde el que la
referimos. Aunque utilicemos diferentes puntos de vista, conviene
que relatemos cada una de ellas desde uno.
Efectuaremos la contextualización sensorial, con un porqué, a lo largo de cada escena. Para llevarla a cabo, tendremos en
cuenta los cinco sentidos y los dos sentidos internos. Estamos vivos porque percibimos el mundo que nos circunda mediante los cinco sentidos, y a ellos les aplicamos los dos sentidos internos. Nuestros personajes también estarán «vivos».
Vista, oído, olfato, gusto y tacto constituyen los cinco
sentidos.
Imaginación y recuerdos conforman los dos sentidos
internos.
Si nuestro argumento lo exigiera, también realizaríamos
una contextualización social a lo largo de algunas de las escenas. Por ejemplo,
podríamos mostrar hileras de mendigos por las calles principales de la ciudad
donde se desarrolla la historia.
Las contextualizaciones sitúan al lector espacial,
temporal, sensorial y socialmente. Así, si nuestro protagonista paseara de noche: habría edificios, coches, farolas encendidas, quizá otras personas, etc.
Bueno, no nos demoramos más y damos paso a la página
titulada Las contextualizaciones y los detalles.
Gracias, me ha parecido muy interesante.
ResponderEliminarGracias, María José, por leerlo.
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