El íncipit está
constituido por las tres o cuatro primeras líneas de nuestra novela. Será potente
y contendrá un cliffhanger, que no resolveremos hasta la conclusión.
Hemos de escribirlo cuando conozcamos la totalidad del argumento.
A continuación, vamos a analizar qué es un cliffhanger:
Cliffhanger significa ‘al borde del abismo’. Consiste en formular una pregunta sutil,
que incida en el desarrollo argumental, y posponer su resolución. Conviene que
introduzcamos uno en el íncipit para generar expectativa.
Íncipit de Cien años de soledad (Gabriel García
Márquez):
Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento,
el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su
padre lo llevó a conocer el hielo.
En este ejemplo el cliffhanger reside en la
pregunta ¿por qué van a matar al coronel Aureliano Buendía?
Además hay otros interrogantes ocultos:
Muchos años después…
Había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo
llevó a conocer el hielo.
¿Muchos años después de qué?
¿En qué clase de universo viven estos personajes para que
el hielo sea algo excepcional?
Íncipit de Crónica de una muerte anunciada (Gabriel
García Márquez):
El día en que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó
a las cinco y media de la mañana para esperar el buque en que llegaba el
obispo.
Íncipit de La metamorfosis (Franz Kafka):
Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana después de
un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso
insecto.
En estos íncipits los cliffhangers también están
muy logrados.
¿Por qué van a matar a Santiago Nasar?
¿Por qué Gregorio Samsa se ha convertido en un monstruoso
insecto?
Siempre serán sutiles, indirectos y estarán implícitos.
Jamás incurriremos en el error de crear cliffhangers obvios del tipo Si
Manuel hubiera adivinado lo que ocurriría aquella tarde, no habría salido de
casa.
Cada uno de los libros que constituye una saga suele
terminar con este recurso.
Un caso curioso de cliffhanger lo encontramos en
el título de la novela El crimen del cine Oriente (Javier Tomeo).
Hasta el final no se descubre quién va a ser asesinado, por quién ni por qué.
Lo utilizaremos en otras ocasiones, no solo en el
íncipit. No obstante, seremos cuidadosos: un exceso cansa al lector.
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