9. El tono del argumento


El tono supone el «carácter» que queremos imprimir a nuestro texto, y debemos tenerlo claro antes de lanzarnos a la aventura de escribir una novela. Seremos consecuentes con él desde el principio hasta el final.

No resulta extraño que mezclemos dos o tres tonos; sin embargo, no podemos comenzar a referir nuestro argumento en un tono nostálgico y hacer un viraje, sin previo anuncio, hacia un tono surrealista, por ejemplo. Si lo quisiéramos relatar bajo el prisma de los tonos nostálgico y surrealista, los trabajaríamos de manera simultánea desde el comienzo hasta el desenlace.


A continuación, vamos a mencionar y ejemplificar algunos tonos:

Nostálgico

La nostalgia recrea estados anímicos provocados por el recuerdo de alguna pérdida (juventud, ilusiones, pareja, amistad, etc.).

Ejemplo: La playa (Cesare Pavese).


Pesimista

El pesimismo incide en los aspectos más negativos de la realidad.

Ejemplo: La tregua (Mario Benedetti).


Lúgubre

Este tipo de argumento se nutre de aspectos relacionados con la muerte, la noche, la oscuridad.

Ejemplo: María (Jorge Isaacs).


Desenfadado

El desenfado presenta de forma divertida y amena los hechos que refiere.

Ejemplo: Ávidas pretensiones (Fernando Aramburu).


Hiperrealista

El hiperrealismo supone un realismo fotográfico. Dentro de esta tendencia se insertan el realismo y el naturalismo decimonónicos.

Ejemplo de novela realista: Fortunata y Jacinta (Benito Pérez Galdós).

Ejemplo de novela naturalista: Los pazos de Ulloa (Emilia Pardo Bazán).


Surrealista

El surrealismo supone un realismo onírico.

Ejemplo: Nadja (André Breton).


Existencialista

El existencialismo escarba en lo absurdo de la condición humana y aparece poblado por seres vitalmente desenfocados y conscientes de ello. Se trata de personajes carentes de objetivos. Sus acciones no suponen pasos hacia la consecución de una meta (no la tienen). Sus acciones constituyen errores. Dan vueltas, de manera continua, sobre un eje inexistente para no llegar a ninguna parte.

Ejemplo: La náusea (JeanPaul Sartre).


Irónico

La ironía consiste en expresar lo contrario de lo que alguien piensa. El verdadero sentido ha de quedar patente.

Ejemplo: El licenciado Vidriera (Miguel de Cervantes).


Ingenioso

El ingenio consiste en decir o responder algo no esperado (dentro de la coherencia) y que encierra alguna nota de humor.

Ejemplo: El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha (Miguel de Cervantes).


De crítica social

Este tipo de argumento plasma las injusticias sociales.

Ejemplo: Sab (Gertrudis Gómez de Avellaneda).


Basado en el humor negro

El humor negro se fundamenta en la desmitificación de la muerte y en la alteración de la escala de los valores éticos y morales.

Ejemplo: El secreto de la modelo extraviada (Eduardo Mendoza).


Grotesco o absurdo

La tendencia del grotesco o absurdo parte de lo peor que le puede suceder a un personaje, metiéndole en un atolladero. Después recurre al modo más absurdo para que solucione su situación.

El grotesco o absurdo suele poseer rasgos existencialistas, de crítica social y del humor negro.

Ejemplos: El extranjero, El mito de Sísifo, Calígula, El malentendido y El hombre rebelde (Albert Camus) Cinco novelas que retratan la filosofía del absurdo. 


Esperpéntico

El esperpento consiste en una corriente literaria creada por Ramón del ValleInclán. Se caracteriza por la fusión de pasajes grotescos y líricos en un marco de crítica social ácida.

Ejemplo: Tirano Banderas (Ramón del ValleInclán).



¿Qué tono o tonos elegiremos para referir nuestro argumento?


Y en el próximo artículo vamos a reflexionar acerca del público.


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