Las expectativas y
las expectativas falsas suponen preguntas indirectas, sutiles e implícitas con las que salpicaremos el argumento de principio a fin. El cerebro humano
no puede «resistirse» ante las preguntas y no dejará de trabajar hasta que halle una respuesta satisfactoria.
Trabajaremos de manera simultánea las expectativas y
las expectativas falsas.
Las expectativas
suman, acercan.
Las expectativas
falsas restan, alejan.
Todas las
expectativas habrán de quedar cerradas al final, generando así un final
verosímil.
Final verosímil: todo lo que cumplimos tuvimos que haberlo
prometido antes.
Las expectativas
falsas quedarán abiertas al final, generando así un final inesperado.
Final inesperado: fuimos haciendo pequeñas promesas que después no
cumplimos.
No hace falta que
abramos expectativas en todas las escenas, pero siempre debe haber alguna en el aire. Su exceso es tan nocivo como su carencia. Si al final no
hemos cerrado alguna expectativa, habremos dejado un cabo suelto y los cabos
sueltos constituyen errores.
Expectativas
Una expectativa
supone el anuncio y suspensión de una información relevante para comprender el
desarrollo del argumento. Mantendremos la
atención del lector ocultando datos esenciales y dosificando su contenido.
Estos datos constituyen las elipsis estructurales y generan las
expectativas.
Las elipsis
estructurales son todas aquellas informaciones importantes para el avance del
argumento que suprimimos (temporalmente) para generar «ansiedad» en el
lector.
Clasificación de los recursos para trabajar las
expectativas:
1. Cliffhanger: Apertura y suspensión
de una información muy importante para el avance del argumento.
2. Suspense: El
lector conoce información esencial para el avance del argumento que los
personajes desconocen. El lector esperará «expectante» a que la descubran.
3. Secreto: Los
personajes conocen información esencial para el avance del argumento que el
lector desconoce. El lector cavilará sobre qué le hemos ocultado.
4. Misterio o intriga: El lector y los personajes desconocen información esencial para el avance del
argumento. La van descubriendo juntos. El lector cavilará sobre qué les hemos ocultado.
Las expectativas
bien trabajadas provocan que el lector no quiera abandonar la lectura. Pueden ser de larga, media o corta duración.
Las expectativas de larga duración (como es
el caso del cliffhanger del íncipit) se abrirán al comienzo del
argumento y no se cerrarán hasta el final.
Las expectativas de media duración
permanecerán abiertas a lo largo de varios capítulos.
Las expectativas de corta duración se
abrirán y se cerrarán en el mismo capítulo.
Dosificaremos
estas informaciones. Las abriremos y
las suspenderemos, las retomaremos y las volveremos a suspender. Así hasta que
resolvamos cada una de ellas. En el devenir de
nuestro argumento siempre tendremos unas tres expectativas abiertas. Ahora bien, no
es necesario que abramos expectativas en cada escena. Tras la
apertura de una expectativa, relajaremos la narración. Para ello nos detendremos en descripciones, anécdotas, reflexiones, digresiones,
recuerdos, etc., que contengan un porqué y una justificación.
Además de las
elipsis estructurales, trabajaremos las elipsis funcionales. Las elipsis
funcionales se construyen con todas aquellas informaciones que, aun formando parte del
argumento, no le aportan nada. No poseen un porqué. Esto es: ni hacen avanzar el
argumento ni le otorgan verosimilitud ni desvían (momentáneamente) la atención
del lector. Es como si en una
película de Indiana Jones nos mostraran una escena del protagonista
afeitándose o comprando uno de sus
látigos, y en la escena no ocurriera nada más.
¡No podemos
referir las veinticuatro horas de todos los personajes!
Por ejemplo, hemos
decidido relatar la vida de nuestros personajes
durante una semana. A lo largo de esa semana iremos engarzando (a través de saltos temporales funcionales) los momentos de cada personaje que posean un
porqué para el avance de su trama y del argumento. El lector rellenará con su imaginación los huecos entre una elipsis funcional y otra.
Por lo tanto, las
historias se cuentan haciendo continuos saltos temporales, que son las elipsis
funcionales. Estos saltos en el tiempo forman parte del «juego» de
la ficción y el lector los acepta con total naturalidad.
Del resultado de
las elipsis funcionales surge el argumento.
Nota: No debemos
confundir estos saltos temporales funcionales con los saltos temporales
estructurales (analepsis, racconto y prolepsis).
Analepsis: salto temporal hacia el pasado (flashback).
Racconto: analepsis larga.
Prolepsis: salto temporal hacia el futuro (flashforward).
Gracias a los
saltos temporales funcionales, vamos eliminando información innecesaria.
Mediante los
saltos temporales estructurales, vamos refiriendo información necesaria.
Lo que no
relatamos, incluso formando parte del argumento, constituye una parte del subtexto. No lo referimos porque carece de un porqué.
Cliffhanger
Cliffhanger significa ‘al borde del abismo’ y consiste en abrir
una expectativa muy potente y posponer su resolución. Conviene que en el
íncipit introduzcamos uno. Podremos utilizar
más cliffhangers a lo largo de la novela (cuidado con abusar de ellos).
El del íncipit lo mantendremos abierto hasta el final.
Íncipit de Cien
años de soledad (Gabriel García Márquez):
Muchos años
después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había
de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo.
En este ejemplo el cliffhanger reside en la pregunta ¿por qué van a matar
al coronel Aureliano Buendía?
Además hay otros interrogantes ocultos:
Muchos años
después…
Había de recordar
aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo.
¿Muchos años
después de qué?
¿En qué clase de universo viven estos personajes para que el hielo sea algo excepcional?
¿En qué clase de universo viven estos personajes para que el hielo sea algo excepcional?
Íncipit de Crónica
de una muerte anunciada (Gabriel García Márquez):
El día en que lo
iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las cinco y media de la mañana para
esperar el buque en que llegaba el obispo.
Íncipit de La
metamorfosis (Franz Kafka):
Cuando Gregorio
Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre
su cama convertido en un monstruoso insecto.
En estos íncipits los cliffhangers
están también muy logrados.
¿Por qué van a matar a Santiago Nasar?
¿Por qué Gregorio
Samsa se ha convertido en un monstruoso insecto?
Siempre serán sutiles, indirectos y estarán implícitos. Jamás incurriremos en el error de crear cliffhangers obvios del tipo Si Manuel
hubiera adivinado lo que ocurriría aquella tarde, no habría salido de casa.
Cada uno de los libros que constituye una saga suele terminar con este recurso.
Un caso curioso de cliffhanger aparece en el título de la novela El crimen del cine Oriente (Javier Tomeo). Hasta el final no se descubre quién va a
ser asesinado, por quién ni por qué.
Suspense
El lector sabe más que los personajes. Por ejemplo, el
lector sabe que la esposa de nuestro protagonista le engaña y recreamos una
escena en la que ella le dice cuánto le ama y él la besa. ¿Cómo se sentirá el
lector? ¿O cómo se sentirá si sabe que han puesto una bomba en el metro y
nuestro protagonista entra silbando en él?
Secreto
Los personajes saben más que el lector. Por ejemplo, un ex
de la esposa llama al marido y van a tomar una copa. Acompañamos a nuestro
protagonista hasta el bar y… espacio activo en blanco. Una semana
después nuestro protagonista está triste y da vueltas a lo que le dijo aquel
hombre; pero ¿qué le dijo?
Misterio o intriga
El lector y los personajes saben lo mismo. Juntos irán descubriendo la información oculta relevante para la resolución
del argumento. Por ejemplo, la
mujer de nuestro protagonista desaparece todos los miércoles de cinco a siete y
desconecta el móvil. Ni el marido ni el lector saben qué pasa. ¿Adónde va? ¿Qué
hace? ¿Con quién queda?
Es un recurso muy
utilizado en la novela policíaca. Estas novelas suelen comenzar con un
asesinato sin un culpable.
Para aprender sobre el suspense, el misterio y el terror psicológico: conviene que veamos películas de Hitchcock.
Expectativas
falsas
Mediante las
expectativas falsas, presentaremos detalles sutiles (nunca una pistola o navaja) cuya función consistirá en desviar la
atención del lector. Si en nuestro
argumento aparece un cuchillo, el protagonista lo utilizará u otros personajes
lo utilizarán contra él.
El lector muchas
veces las registra de modo no consciente. Las expectativas
falsas provocan que el lector piense que el argumento podría dirigirse hacia una dirección errónea. Las extraeremos de las contextualizaciones y los detalles.
Contextualizaremos cada escena espacial, temporal, sensorial y socialmente.
En la
contextualización sensorial añadiremos, a los cinco sentidos, los dos
sentidos internos: la imaginación y los recuerdos o memoria.
En relación con
los detalles: trabajaremos gestos, tics, coletillas, tono de voz, movimientos,
ropa, complementos, maquillaje, perfume, amuletos, mascotas, etc., de cada
personaje. Por ejemplo, en la
cara de uno de nuestros personajes se refleja un gesto de alivio cuando la
policía detiene a un sospechoso del robo de una joyería. Después se descubre
que el detenido es inocente y, al final, el culpable tampoco es el personaje
que mostró dicho gesto.
El número de
expectativas falsas suele ser menor que el de las expectativas.
Consejo: Para aprender a manejarlas, es recomendable que leamos novelas policíacas.
¡Ya tenemos
bastante claro cómo se construye teóricamente un argumento!
Y en el próximo artículo vamos a reflexionar acerca de las contextualizaciones y los detalles
de nuestro argumento.
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