Una descripción supone un tejido apretado de acciones,
sensorialidad y elementos concretos. A través de las descripciones crearemos imágenes en
la mente del lector y le ofreceremos información que necesita «ver»
y «sentir». Es decir: información
principal, información que incide en el avance del argumento.
Las abstracciones suscitan imágenes débiles y sus recreaciones físicas «dibujan» imágenes intensas. Entonces, si decimos que Antonio era un chico amable; provocaremos una imagen endeble. Sin embargo, si decimos que Antonio ayudó a una anciana a cruzar; generaremos una
imagen vigorosa.
Mediante la descripción del narrador dramatizamos
información relevante para el avance del argumento. La dramatización muestra/recrea o sugiere una información esencial (plano físico).
Ejemplo de información mostrada/recreada:
Cuando la
enfermera entregó el espejo a Lucía, vio que tenía un ojo morado y le
faltaba un diente.
Ejemplo de información sugerida:
Cuando la
enfermera entregó el espejo a Lucía, tuvo que taparse la boca para no
gritar.
A través de la
descripción mostramos o sugerimos. Sugerir y mostrar una misma información
constituye un error.
El resumen y la descripción no repetirán información, han de ser complementarios. El resumen informa
y se nutre de la abstracción. La descripción
dramatiza y se nutre de recreación física de la abstracción, sin
mencionarla, y de la sugerencia.
Cada información
se resume, se muestra o se sugiere. Elegiremos la opción adecuada para cada caso. Por consiguiente, no diremos que María era una chica muy generosa (resumen/abstracción): normalmente pagaba las consumiciones de sus
amigos en el burguer (descripción/recreación física/muestra). Diremos que María normalmente pagaba las consumiciones de sus amigos en el burguer.
Nota: Siempre que podamos, recrearemos físicamente las abstracciones; pero las utilizaremos cuando supongan el modo más rápido de
llegar a la mente del lector. Nunca mencionaremos una abstracción y la
recrearemos físicamente de modo simultáneo.
Ejemplo 1 de abstracción:
Juan me miró
como si estuviera borracho.
En este caso sería conveniente que modificáramos la
oración: Juan me miró con los ojos enrojecidos y tambaleándose.
Hemos recreado físicamente la abstracción borracho. La hemos bajado al terreno de lo «cósico».
Ejemplo 2 de abstracción:
Alberto estaba loco.
En este caso sería conveniente que «pusiéramos en acción» la abstracción loco: Alberto daba cabezazos contra la pared.
Ejemplo 3 de abstracción:
Juan cayó como
un borracho.
En este caso supondría una pérdida de tiempo que
recreáramos físicamente cómo cae un borracho. En esta oración la abstracción borracho
supone el modo más rápido de llegar a la mente del lector.
Ejemplo incorrecto de abstracción y su recreación física:
Jimena estaba
tan nerviosa que se mordía las uñas y no dejaba de mirar a
un lado y a otro.
Ejemplo corregido:
Jimena se
mordía la uñas y no dejaba de mirar a un lado y a otro.
Al recrear físicamente las abstracciones (sin
mencionarlas), estamos dejando un espacio para la imaginación del lector. El
lector las deduce.
Cuidado: Un exceso de recreaciones físicas abruma y aburre al
lector. Buscaremos el equilibrio entre la utilización de las recreaciones
físicas y las abstracciones.
Nota: La
información entre los niveles narrativos y dentro de ellos será complementaria,
no repetitiva. En el seno de cada nivel mostraremos, sugeriremos o resumiremos
cada información.
Ejemplo incorrecto:
—¡Cállate! —gritó Carlos muy enfadado, dando un
puñetazo contra la pared.
En este ejemplo estamos
repitiendo información en el diálogo y en su acotación (¡cállate! y gritó).
Además, en la acotación estamos resumiendo y mostrando una misma información.
Resumen: muy enfadado y muestra: dando un puñetazo contra la pared.
Ejemplo corregido:
—¡Cállate! —Carlos dio un puñetazo contra la pared.
En la descripción del narrador el tiempo ficticio
discurre de modo más lento que el tiempo real y puede detenerse.
Las descripciones ubican al lector. Sitúan las acciones
referidas en el espacio, en el tiempo, en el ámbito de la sensorialidad (y de
los dos sentidos internos) y en un marco social determinado. Desde el
principio de cada escena el lector sabrá quién habla o piensa, dónde, cuándo y el
punto de vista desde el que estamos la estamos refiriendo. E iremos ofreciendo la información sensorial y social pertinente a medida que la escena avance.
La contextualización espacial se refiere al lugar en el que la escena se está desarrollando. Tendremos en cuenta que un lavabo implica un cuarto de
baño (la escena ya está contextualizada espacialmente). No describiremos el
cuarto de baño si no hay un porqué.
La contextualización temporal se refiere a la parte del día en la que la
escena se está desarrollando.
La
contextualización sensorial se refiere a los cinco sentidos y a los dos
sentidos internos del personaje con punto de vista, tanto en la voz narradora como en la
actividad mental. También alude a la sensorialidad de todos los
personajes plasmada mediante sus diálogos.
Cuando relatamos bajo la perspectiva de un punto
de vista neutro, la sensorialidad (en la voz narradora) se reduce a lo que se ve y se oye. Este es el modo más cinematográfico de narrar, ya que
referimos las escenas como si las estuviéramos grabando con una cámara de
vídeo. El único medio por el que los personajes podrán expresar sus
sensorialidad será el diálogo.
Nuestros personajes deben estar «vivos». Nosotros estamos vivos porque percibimos la realidad que
nos circunda a través de los cinco sentidos y los dos sentidos internos.
Ojo: Solo mencionaremos los sentidos que posean un porqué en
cada escena.
Trabajaremos ocho sentidos a lo largo de nuestra
novela.
¿Ocho?
Sí, ocho: vista, olfato, oído, gusto, tacto, imaginación, recuerdos o memoria y sentido común.
1. Los colores y formas impresionan la vista.
2. Los olores (huele a lejía, a rosas), hedores (huele a queso
podrido), perfumes impresionan el olfato.
3. Los ruidos, chirridos, crujidos, melodías, sonidos, graznidos, aullidos, ladridos impresionan el oído.
4. Los sabores (ácido, agrio, salado, dulce, amargo, soso, agridulce, cítrico)
impresionan el gusto.
5. Las superficies frías, calientes, rugosas, ásperas, suaves,
aterciopeladas, húmedas (también el vaho, la pegajosidad y las caricias) impresionan el tacto (piel).
6. La imaginación (sentido interno).
7. Los recuerdos o memoria (sentido interno).
8. El sentido común. Todos los elementos que manejemos en nuestra novela poseerán un porqué y una justificación. Nada aparecerá porque sí. Todo lo que mencionemos incidirá en el avance
del argumento, otorgará verosimilitud a dicho avance o desviará la
atención del lector. Si cualquiera de nuestras informaciones no cumpliera ninguno de estos tres requisitos, la eliminaríamos sin contemplaciones.
Los sentidos pertinentes que utilicemos en las
descripciones de cada escena podrán generar sinestesias. Una sinestesia consiste en una mezcla de sensaciones.
Ejemplo:
El bebé dejó
de llorar y un silencio ácido y verdoso inundó la habitación. Hemos empleado el gusto y la vista para
describir el silencio (oído).
La
contextualización social nos sirve para
mostrar de manera crítica algún aspecto de la realidad social que nos desagrade.
Nota: Una descripción jamás sobrará ni aburrirá al lector.
Una descripción nunca estará de más, puesto que incidirá en el avance del
argumento.
Nota: Nos detendremos en descripciones (con un porqué y una
justificación) tras haber abierto una expectativa o cerrado un obstáculo.
Conclusión: Realizaremos descripciones eficaces, que no cansen al lector, y que aporten datos relevantes
para el avance del argumento.
Ejemplos de
descripciones
Una inmensa
nube subía desde el fondo del barranco empujada por un viento suave. A ambos
lados de la carretera se divisaban fragmentos de un campo verde y frondoso
recortado entre la niebla. Regresé a la aldea y deambulé entre las calles
laberínticas y blancas. Las nubes avanzaban por ellas, cubriendo poco a poco el
pueblo. De la densa niebla surgían algunos rostros de piel endurecida y
arrugada, como máscaras hurañas.
Fragmento extraído de El
silencio de las sirenas (Adelaida García Morales).
El marqués de
Munt vestía un conjunto de tweed, y un fular enloquecido le crecía bajo la
nuez y los pellejos de la sotabarba. Sentado a su lado, Planas hacía girar
dentro de la copa un líquido seguramente sin alcohol.
Fragmento extraído de Los
mares del Sur (Manuel Vázquez Montalbán).
Quise comparar
este cuerpo con mis recuerdos del cuerpo de Isabel. Evidentemente, eran otras
épocas. Isabel no era delgada, sus senos tenían volumen, y por eso caían un
poco. Su ombligo era hundido, grande, oscuro, de márgenes gruesos. Sus caderas
eran lo mejor, lo que más me atraía; tengo una memoria táctil de sus caderas.
Sus hombros eran llenos, de un blanco rosáceo. Sus piernas estaban amenazadas
por un futuro de varices, pero todavía eran hermosas, bien torneadas. Este
cuerpo que está a mi lado no tiene absolutamente ningún rasgo en común con
aquel.
Fragmento extraído de La
tregua (Mario Benedetti).
¡Ya sabemos cómo realizar descripciones potentes!
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