Un diálogo consiste en una conversación entre dos o más
personajes. Los diálogos en literatura imitan a los de la vida
cotidiana, pero sin sus interrupciones innecesarias. Van al grano y deben decir más de lo que en apariencia cuentan.
Las intervenciones de los personajes han de ser breves. Los personajes se expresarán mediante un lenguaje neutro,
natural y sencillo con giros puntuales hacia sus necesidades. Si nuestra protagonista es una chica cursi, empleará interjecciones del tipo jolín de vez en cuando.
Los diálogos inciden en el avance del argumento y normalmente dramatizan; esto es, muestran o sugieren
información. Los saludos y las despedidas se
restringen al máximo.
En sus formas más habituales (directo y entrecomillado), el tiempo
ficticio discurre de manera simultánea al tiempo real del lector.
Utilizaremos cuatro tipos fundamentales de diálogo:
1. Diálogo directo
2. Diálogo entrecomillado
3. Diálogo indirecto
4. Monodiálogo
1. Diálogo
directo
A través del diálogo directo, los personajes (excepto el
narrador en tercera persona) toman la palabra para expresar sus emociones,
sentimientos, opiniones, etc. Lo introducimos mediante la raya (—), que encontraremos en insertar y después en símbolo. Escribiremos las intervenciones de los personajes una bajo otra.
Ejemplo:
—¡Esto es una locura! —dijo Ana llevándose las manos a la
cabeza—. No tengo ni puñetera idea de qué podemos hacer.
—No te preocupes. —Ester arrugó la nariz—. Ya se nos
ocurrirá algo.
Ejemplo extraído de El
guardián entre el centeno (Jerome David Salinger):
—¿De dónde sois?
—¿Qué? —dijo.
—Que de dónde sois.
Pero no me contestes si no quieres. No tienes que hacer tal esfuerzo.
—Seattle,
Washington —dijo como si me estuviera
haciendo un gran favor.
—Tienes una
conversación estupenda —le dije—, ¿sabes?
—¿Qué?
Me
di por vencido. De todas formas no hubiera entendido la indirecta.
Ejemplo extraído de También
esto pasará (Milena Busquets):
—Estás
loca. Ni en broma, me moriría de vergüenza. Tal vez no se acuerde de mí. El día
del funeral no estaba en mi mejor momento.
—¡Qué dices!
Estabas guapísima, tenías una expresión triste y ensimismada que, de hecho, no
se te ha quitado desde entonces.
—Se llama depresión
—le contesto—. Me pregunto por qué estaba en el funeral y si conocía a mi madre.
—¡Ve a
preguntárselo!
—No, no, es igual.
Otro día.
—¿Cómo sabes que
habrá otro día?
—Siempre hay otro
día. Bueno, siempre no. Pero este tío seguro que vive aquí.
—Ya. Cobardica.
Este tipo de diálogo dramatiza; es decir, muestra o sugiere
información relevante para el avance del argumento. Ofrece información que el lector necesita «ver, sentir».
Cuando una intervención quede interrumpida,
la retomaremos del modo presentado a continuación:
—No te preocupes…
—No, si no me preocupo.
—…, que seguro que no llama.
Al reproducir una
conversación telefónica, escribiremos en cursiva las intervenciones del personaje que no se halla en
escena. Si necesitáramos acotarlas, acotaríamos en redonda.
En el diálogo directo el tiempo ficticio discurre de
manera simultánea al tiempo real del lector.
2. Diálogo
entrecomillado
A través del diálogo entrecomillado, los personajes
(incluido el narrador en tercera persona) reproducen de modo textual palabras ajenas. Lo introducimos mediante las
comillas angulares («»), que encontraremos en insertar y después en símbolo.
Ejemplo:
—Estaba hablando con María —dijo Elena— cuando ella me gritó: «Cállate, no tienes ni idea de lo
que estamos pasando».
Laura encendió un Camel—. De verdad, qué poco aguante
tienen algunas.
Ejemplo de diálogo entrecomillado para introducir una
analepsis (flashback):
—No te lo quería contar —Ana se sopló el flequillo—, pero
ayer tu hija me gritó: «Cállate de una
puñetera vez».
—¡A mí no me mandes callar, eh!
—¿Por qué no? ¿Quién te crees que eres?
—Pues la mujer de tu padre.
—Menuda lagarta.
—¿Te lo puedes creer? Qué falta de respeto.
Hemos introducido la analepsis mediante
un diálogo entrecomillado y lo hemos continuado con un diálogo directo.
Después, para regresar del salto temporal, hemos dejado un espacio en blanco.
Ejemplo extraído de Cien
años de soledad (Gabriel García Márquez):
La
noche del sábado, mientras esperaban la respuesta, el capitán Roque Carnicero
fue con otros oficiales a la tienda de Catarino. Solo la mujer, casi presionada
con amenazas, se atrevió a llevarlo al cuarto. «No se quieren acostar con un hombre que saben que se va a morir —le
contestó ella—. Nadie sabe cómo será, pero todo el mundo anda diciendo que el
oficial que fusile al coronel Aureliano Buendía, y todos los soldados del
pelotón, uno por uno, serán asesinados sin remedio, tarde o temprano, así se
escondan en el fin del mundo».
El narrador reproduce textualmente las
palabras de otro personaje.
También es posible utilizarlo como única forma de diálogo en primera persona.
Ejemplo extraído de La
tregua (Mario Benedetti):
«¿A
qué no sabes con quién me encontré?», dijo en el teléfono la voz de Vignale. Mi
silencio fue sin duda tan provocativo que él no pudo esperar ni siquiera tres
segundos para brindar la solución al acertijo: «Con Escayola, fíjate». Me fijé.
¿Escayola? Cosa rara volver a oír ese nombre, un apellido antiguo, de esos que
ya no vienen. «No me digas, ¿y cómo
está?».
«Hecho una tonina: pesa noventa y ocho kilos».
En este tipo de diálogo escribiremos las intervenciones de
los personajes seguidas. Bajaremos de párrafo cuando no aparezca la voz del narrador entre una intervención y otra.
Resalta información
dramatizada; esto es, muestra o sugiere enfáticamente información relevante
para el avance del argumento. Ofrece información que el lector necesita «ver, sentir».
En el diálogo entrecomillado el tiempo ficticio discurre
de manera simultánea al tiempo real del lector.
3. Diálogo
indirecto
A través del diálogo indirecto, los personajes (incluido
el narrador en tercera persona) reproducen de modo no textual palabras ajenas.
Ejemplo:
—Estaba hablando con María —dijo Elena— cuando ella me gritó que me callara, que no tenía
ni idea de lo que estaban pasando.
Laura encendió un Camel—. De verdad, qué poco aguante
tienen algunas.
Supone un tipo especial de diálogo.
No dramatiza; explica, resume. Además, no tiene por qué incidir en el avance
del argumento. Ofrece información que el lector necesita conocer; sin embargo, no necesita «verla»
ni «sentirla».
En el diálogo indirecto el tiempo ficticio discurre de
manera más rápida que el tiempo real del lector.
4. Monodiálogo
El monodiálogo consiste en un diálogo interno entre un yo 1 y un yo 2. También podría efectuarse entre un yo y un tú, siendo el tú un yo 2 encubierto. No es más que una actividad mental llevada
al terreno del diálogo. Lo introducimos mediante la raya (—), que encontraremos en insertar y después en símbolo. Escribiremos las intervenciones de los personajes seguidas.
Ejemplo 1:
—Tengo que callarme. —Pues sí, que calladita estoy más
guapa. —No sé por qué no puedo controlar esta boquita que Dios me ha dado. —¡Ja!,
boquita digo.
—Tengo que callarme (yo
1). —Pues sí, que calladita estoy más guapa (yo 2). —No sé por qué no puedo controlar esta boquita que
Dios me ha dado (yo 1). —¡Ja!,
boquita digo (yo 2).
Ejemplo 2:
—Tengo que callarme. —Pues sí, que calladita estás más
guapa. —No sé por qué no puedo controlar esta boquita que Dios me ha dado.
—¡Ja!, boquita dices.
—Tengo que callarme (yo).
—Pues sí, que calladita estás más guapa (tú).
—No sé por qué no puedo controlar esta boquita que Dios me ha dado (yo). —¡Ja!, boquita dices (tú).
Este tipo de diálogo dramatiza; es decir, muestra o sugiere
información relevante para el avance del argumento. Carece
de acotaciones y ofrece información que el lector necesita «ver, sentir».
En el monodiálogo el tiempo ficticio puede dislocarse respecto
al tiempo real del lector.
¡Ya sabemos cómo se escriben los diálogos!
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