Una novela supone una interpretación estética, poética y
lúdica de un fragmento de realidad que critica y trasciende. Expresa lo universal mediante lo particular y nunca será didáctica; no obstante, invitará a la reflexión. Escarba en la parte oculta y oscura de la
condición humana. Su finalidad es la de entretener al lector.
La novela etiquetada con los marbetes de ciencia ficción
y fantasía consiste en una interpretación de lo desconocido a partir del mundo
real.
La novela constituye una heterogeneidad homogénea; esto
es, los múltiples elementos que la conforman se fusionan configurando
una entidad de índole superior. El ensamblaje de sus piezas ha de ser
invisible.
Simboliza un recorrido vital a pesar de que su
argumento pudiera desarrollarse en una semana. El protagonista tiene un objetivo. Su objetivo se halla
lejos y es difícil. Este objetivo se convierte en una necesidad vital para él; entonces, se verá abocado a luchar. Durante su «lucha» encontrará diferentes obstáculos (en orden creciente) y él los sorteará unas
veces triunfando y otras fracasando. Al final, lo conseguirá o no. Estos obstáculos representan las dificultades que todos
los humanos encontramos a lo largo de nuestra vida.
Retomando la idea de que una novela supone una
interpretación de una parcela de la realidad trascendida, aclararemos que la
realidad abarca lo verídico y la novela, lo verosímil. Toda novela ha de ser verosímil; es decir, creíble.
Nuestra novela será creíble aunque sus personajes sean tazas, marcianos o
zombis. Una novela jamás será verídica, pues sus personajes no
habitan el mundo real (sean funcionarios o sean vampiros). Hay personas que erróneamente piensan que una novela
protagonizada por sirenas y marcianos es inverosímil. Está bien, podría serlo si fuera el producto de un mal
escritor. En sus manos hasta un funcionario estampando un sello
resultaría inverosímil.
Si nuestros personajes son arañas mutantes
extraterrestres, serán verosímiles. Y no las dotaremos de credibilidad; a
menos que las confiramos proyección psicológica, un pasado y objetivos vitales
difíciles de alcanzar. Para materializar estos objetivos, tendrán que luchar y en su lucha encontrarán obstáculos. Además, sus
comportamientos gozarán de razones y motivos justificados.
La novela trasciende la realidad, porque en la realidad no
hay un argumento y hay casualidades. En la novela, por el contrario, hay un argumento y no hay
casualidades. Toda la información que en ella aparece poseerá un porqué y
una justificación. En una novela muy poco se explica; ya que los personajes
surgen en su actuar, pensar y decir.
En el universo de una novela lo que es obvio se elide. La novela incide en lo extraordinario de lo
ordinario del contexto imaginario recreado. Si nuestro protagonista entra en el cuarto de baño, no reparará en el retrete: obvio. Solo lo verá si sobre él descansa
una «araña gigante y peluda». Entonces, ¡pongamos muchas arañas gigantes y
peludas (metafóricamente hablando) en el devenir de nuestro argumento!
Según Marcelo di Marco: una cama implica una habitación y no describiremos la habitación si no hay un porqué. Toda la información que aparezca en nuestra novela poseerá una razón justificada. Nada estará porque sí, ni siquiera el más
mínimo detalle.
Toda información responderá a uno de estos tres
puntos:
― Incide en el avance
del argumento.
― Otorga verosimilitud al avance del argumento.
― Abre una expectativa falsa.
Si alguna información no responde a ninguno de estos tres
puntos, la eliminaremos.
La novela siempre gira en torno al mismo eje: el hombre y
sus problemas. Este asunto viene trabajándose en literatura desde antes de
Homero y ha llegado hasta nuestros días. El hombre y sus problemas se escinde en el hombre contra
el mundo y el hombre contra sí mismo. El hombre contra el mundo y el hombre contra sí mismo
se divide en vida, amor y muerte; que son los tres temas universales de la
literatura. El resto se deriva de ellos.
La literatura siempre se refiere al hombre y sus
problemas pese a que sus personajes sean tazas, perros, marcianos o
zombis. De este modo, la originalidad en literatura reside en
contar lo mismo, una y otra vez, desde sensibilidades y visiones del mundo
diferentes. En nuestra novela contaremos lo que ya contaron otros, pero desde nuestra sensibilidad y visión del mundo.
El arte escarba en la esencia del ser humano y en sus
necesidades psíquicas elementales y atemporales: necesidad de seguridad, aventura, pertenencia a un grupo, ser amado y admirado. En realidad, somos bastante poco originales y muy
predecibles. El arte, por lo tanto, constituye una forma de
autoconocimiento. Autoconocimiento de la esencia que compartimos como humanos.
Conclusión: Una novela entretiene, empuja a
vivir otras vidas (metafóricamente), crítica de modo velado la parcela de la
realidad que interpreta y trasciende, e incita a meditar sobre la condición
humana.
¡Ya sabemos qué es una novela!
De mucha utilidad (magnificent), se agradece.
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