Contextualizaciones
Todo argumento ha de estar contextualizado espacial, temporal, sensorial y socialmente. Las contextualizaciones ubican a los personajes y al lector, motivo por el cual otorgan tridimensionalidad al texto.
Desde el principio
de cada escena mostraremos al lector quién habla o piensa, dónde, cuándo y el punto de vista desde el que está narrada. Realizaremos las contextualizaciones sensorial y social a medida que la escena avance.
Las contextualizaciones evitan el efecto túnel. El efecto túnel supone un error bastante grave que
solemos cometer. Dicho efecto se produce cuando nos centramos tanto en
la acción principal que olvidamos lo que ocurre a su
alrededor. Para recrearlo en nuestra mente, imaginaremos que estamos viendo una película cuyos escenarios son sábanas
azules. Así, si nuestro protagonista va caminando por la calle; en la calle habrá más personas. Si no hay otras personas (es noche cerrada, por
ejemplo); habrá coches, edificios, etc.
Las contextualizaciones y los detalles suponen el telón
de fondo de la acción. Sin él la escena carecerá de
verosimilitud. Lo trabajaremos con coherencia.
Cuidado: No nos excederemos con los detalles para evitar el
efecto túnel. Y es que, tanto en la literatura como en la vida, en el
término medio reside la virtud.
En relación con la contextualización espacial, tendremos en cuenta que una cama implica una habitación y no describiremos la habitación si no hay un porqué. Entonces, si nuestro protagonista entra en su habitación para coger un
cuaderno: no mencionaremos la cama, a menos que sobre ella descanse un «cocodrilo». La literatura incide en lo
extraordinario de lo cotidiano.
La contextualización temporal (parte del día en que se desarrolla la escena) la trabajaremos
junto a la contextualización espacial.
Respecto a la contextualización sensorial, no solo tendremos en cuenta los cinco sentidos; sino también
los dos sentidos internos: imaginación y recuerdos o memoria. A lo largo de las escenas iremos desplegando la
sensorialidad del personaje con punto de vista cuando trabajemos la voz del
narrador. Esta sensorialidad poseerá un porqué: hará avanzar el argumento, le otorgará verosimilitud o desviará la atención del lector.
Nosotros estamos vivos porque percibimos el mundo
mediante nuestros cinco sentidos. Nuestros personajes también lo «estarán».
Colores y formas impresionan la vista.
Ruidos, sonidos, chirridos, graznidos, melodías, gritos,
etc., impresionan el oído.
Olor a lejía, vinagre, sudor; hedores, perfumes,
etc., impresionan el olfato.
Los sabores (ácido, amargo, agrio, dulce, salado,
agridulce, rancio, soso, etc.) impresionan el gusto.
Lo que roza la piel impresiona el tacto (frío, calor, rugosidad, aspereza, suavidad, vaho,
pegajosidad, etc.).
La sensorialidad (con un porqué) es muy importante en la
novela actual, pues crea imágenes en la mente del lector. No obstante, no le abrumaremos con una profusión de las mismas. La sensorialidad también se consigue «poniendo en acción» las abstracciones y preguntándonos qué forma física tienen.
No es lo mismo decir Manuel
está loco que decir Manuel está dando
cabezazos contra una pared.
No es lo mismo decir Huele
mal que decir Huele a queso podrido.
Conclusiones: Siempre que podamos,
recrearemos físicamente la abstracción sin mencionarla; aunque no la desterraremos. Nuestro criterio como autores nos dirá cuándo la recrearemos y cuándo la utilizaremos.
Emplearemos la abstracción cuando sea el modo más rápido
de llegar a la mente del lector. En la oración Juan cayó como un borracho, la abstracción borracho llega antes a la imaginación del lector que si
describimos cómo cae.
Cuidado: Jamás recrearemos físicamente y mencionaremos de manera
simultánea la abstracción.
Error: Juan estaba contento (abstracción) y
caminaba silbando (recreación física de la abstracción).
Muchas novelas que se aproximan al guion cinematográfico
son muy visuales y están referidas desde un punto de vista neutro. En el punto de vista neutro el narrador (en tercera
persona) solo describe lo que se ve y se oye, sin adentrarse en la interioridad
de ningún personaje. Los personajes la expresarán mediante sus
diálogos.
A continuación, vamos a mostrar un ejemplo de
sensorialidad; extraído de la novela Carrie
(Stephen King):
Las duchas se
fueron cerrando una a una mientras las chicas se quitaban sus gorros de tono
pastel, se secaban, se ponían un espray desodorante y dirigían miradas al reloj
que había sobre la puerta. Se abrocharon los sujetadores y se ajustaron las
bragas. El vapor parecía suspendido en el aire y todo el lugar podría haber
sido un establecimiento de baños egipcios, a no ser por el ruido sordo del
estanque para baños de remolino situado en un rincón. Los gritos y los
silbidos rebotaban en las paredes como el golpe seco y vibrante de las bolas de
billar.
En este fragmento aparecen todos los sentidos, excepto el
del gusto (que no tiene lugar).
Las duchas se fueron cerrando una a una (oído) mientras las chicas se
quitaban sus gorros de tono pastel (vista), se secaban (tacto),
se ponían un espray desodorante (olfato) y dirigían miradas al reloj que había sobre la puerta (vista). Se abrocharon los
sujetadores y se ajustaron las bragas. El
vapor (tacto) parecía
suspendido en el aire y todo el lugar podría haber sido un establecimiento de
baños egipcios, a no ser por el ruido
sordo del estanque para baños (oído) de
remolino situado en un rincón. Los
gritos y los silbidos (oído) rebotaban
en las paredes como el golpe seco y
vibrante de las bolas de billar (oído).
La contextualización social es muy importante para reflejar (y criticar veladamente) los
problemas y desigualdades sociales. La realizaremos no solo a través del
protagonista y los personajes secundarios, sino también mediante los circunstanciales. Por ejemplo, destacaremos la presencia de indigentes
en las calles de la gran ciudad donde se desarrolla nuestro argumento.
Detalles
Los detalles dotan de verosimilitud nuestro argumento; sin embargo, tendremos cuidado. No abrumaremos al lector con una
colección inconmensurable de los mismos. Lo mucho, aunque sea bueno, cansa.
Trabajaremos los detalles mencionados a continuación:
― gestos
― tics
― coletillas
― tono de voz
― movimientos
― perfumes
― ropa
― complementos
― maquillajes
― mascotas
― animales
― amuletos
― objetos
― lugares
― sonidos
― ruidos
― olores
Nota: No siempre
que hable o piense un personaje; mencionaremos sus gestos, tics, coletillas,
perfume, amuletos, esmalte de uñas, etc. No crearemos personajes
predecibles. Si nuestro personaje se sopla el flequillo, lo indicaremos de vez en cuando. Ningún detalle deberíamos repetirlo más de diez veces, salvo que la repetición estuviera justificada.
Nota: Acotaremos los diálogos cuando sea necesario. Normalmente con un simple dijo más
el nombre del personaje será suficiente; lo cual no quiere
decir que erradiquemos las acotaciones con los gestos, movimientos y tics característicos de cada personaje.
Símbolos, alegorías, leitmotivs y expectativas falsas
De las contextualizaciones y detalles emanan los
símbolos, alegorías, leitmotivs y expectativas falsas. Además, las contextualizaciones y los detalles proporcionan verosimilitud al avance del argumento.
Símbolos
Un símbolo representa un concepto
o realidad más amplia mediante una imagen sensorial, ser u objeto. No nombra el concepto o realidad que designa; por ejemplo, haremos tangible el concepto de la muerte mediante el graznido de un
cuervo. Es decir, el graznido del cuervo (imagen auditiva) simboliza la muerte (concepto). Sonidos, voces, aullidos, graznidos, animales, flores,
agua, colores, objetos, olores, etc., podrían alcanzar una dimensión simbólica
en nuestra novela.
No es necesario que repitamos un símbolo más de diez
veces, con tres o cuatro el lector ya habrá captado el mensaje.
En el Romance
sonámbulo (Federico García Lorca) el verde,
al final del poema, se erige en un símbolo de la muerte.
En la poesía de Antonio Machado las galerías simbolizan la búsqueda del
alma.
Alegorías
Un conjunto de símbolos conforma una alegoría. Ejemplo de novela alegórica: Rebelión en la granja (George Orwell): alegoría mordaz del régimen de Stalin.
Nuestra novela será alegórica o
contendrá algunas alegorías.
Como ejemplo de alegoría pictórica, citaremos el Guernica (Pablo Ruiz Picasso). En el Guernica cada figura posee un significado; es decir, cada
elemento supone un símbolo y el conjunto de esos símbolos conforma una alegoría. El cuadro constituye una alegoría del dolor provocado
por el bombardeo de Guernica durante la guerra civil española.
A continuación, vamos a citar dos de sus símbolos:
― El toro supone
un símbolo de la brutalidad.
― La mujer con un
quinqué, que ilumina la escena, supone un símbolo de lo que queda de la
República.
Leitmotivs
Los leitmotivs
son hechos o motivos recurrentes y relevantes; por ejemplo, un leitmotiv
frecuente en el thriller psicológico
consiste en la presencia de una multitud de espejos. No repetiremos un leitmotiv más de diez veces.
Expectativas falsas
Mediante las expectativas falsas, presentaremos detalles
sutiles (nunca una pistola o navaja) cuya función consistirá en desviar sutilmente la atención del lector. Si en nuestro argumento aparece un
cuchillo, significa que en algún momento lo «utilizaremos».
El lector suele registrar las expectativas falsas
de modo no consciente (en segundo plano). Las expectativas falsas provocan que el lector piense que
el avance del argumento podría discurrir por un cauce erróneo. Por ejemplo, en la cara de uno de nuestros personajes se
refleja un gesto de alivio cuando la policía detiene a un sospechoso del robo
de una joyería. Después se descubre que el detenido es inocente y, al final, se desvela que el culpable tampoco es el personaje que mostró dicho gesto.
El número de expectativas falsas suele ser menor que el
de las expectativas. Las trabajaremos con cuidado, ya que tan nocivo será su exceso como su carencia.
Consejo: Para aprender a manejarlas, es
recomendable que leamos novelas policíacas.
Recordamos que no se cierran.
¡Ya conocemos la información básica sobre las contextualizaciones y los detalles!
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