Los personajes constituyen los «vehículos» de los que nos servimos para configurar nuestra novela. Son los «actores» que «dan vida» a
nuestro argumento. Tendrán puntos fuertes y débiles, defectos y virtudes.
Los clasificaremos en narradores,
principales, secundarios y circunstanciales.
La proyección psicológica de los personajes determina el
argumento. El argumento consiste en una estructura o fórmula
prefijada, que supone el eje de nuestra novela. No es más que un pretexto
para recrear las ideas que deseamos transmitir.
Cada personaje estará individualizado y poseerá sus propias razones y motivos
para actuar como actúa. Será el «producto» de sus circunstancias. Todos los personajes han de reír y llorar.
Los personajes (oficinistas, tazas, vampiros, gatos, hadas,
centauros, zombis, marcianos, robots) serán verosímiles; es
decir, creíbles. Para que resulten creíbles, nos «meteremos» en su piel y «sentiremos» lo que ellos sienten pese a que nada tengan que ver con nosotros. Si «sentimos» su «existencia», el lector también la «sentirá».
Los personajes surgen en su actuar (nivel narrativo 1 o voz narradora), pensar (nivel narrativo 2 o actividad mental) y decir (nivel narrativo 3 o diálogo). Muestran y sugieren información importante
para el avance del argumento mediante su actuar,
pensar y decir.
Para modelarlos, los entrevistaremos o psicoanalizaremos. Efectuaremos un casting
estelar con actores, cantantes y personajes famosos. Conseguiremos sus
imágenes a través de revistas e Internet. También podremos realizar dibujos con
personajes inventados. Los conoceremos mejor que a nosotros mismos, son nuestra creación. Conoceremos todo de cada uno de nuestros
personajes, pero después solo referiremos lo que posea un porqué y una
justificación. Deben equivocarse, caerse,
levantarse. El lector se identifica más con sus intentos que
con sus logros.
Cada personaje surgirá como «producto» de su entorno, genética y procesos químicos y
hormonales cuyo cuerpo sufre. Sus emociones y sentimientos tendrán causas y
consecuencias físicas, además de un porqué y una justificación. Así,
recrearemos desde el plano de la concreción su interioridad. Por lo tanto, no diremos que Alberto estaba muy nervioso; diremos que Alberto se mordía las uñas y miraba de un lado a otro. Y lo que bajo ningún concepto diremos es que Alberto estaba tan nervioso (abstracción) que se mordía
las uñas sin parar y miraba de un lado a otro (concreción/recreación física de la abstracción).
Nuestros personajes estarán «vivos». Nosotros estamos vivos porque percibimos el mundo que nos
rodea mediante los cinco sentidos y los
dos sentidos internos (recuerdos e imaginación). Entonces, nuestros personajes percibirán la realidad de diseño que
los envuelve mediante sus cinco sentidos y sus dos sentidos internos.
Siempre que nos bloqueemos durante la escritura de
nuestra novela, preguntaremos a los personajes. Este sencillo recurso nos
ayudará a avanzar.
Cuando trabajemos con personajes de corte realista, presentaremos hombres y mujeres «normales» a quienes les ocurrirán hechos extraordinarios agradables o desagradables.
Hechos extraordinarios (que pueden darse o haberse dado en el mundo real) y verosímiles. De esta manera el lector se sentirá
identificado.
Cada uno de nuestros personajes principales y secundarios
será redondo o plano.
Un personaje redondo es aquel que evoluciona o
involuciona gracias a las peripecias que sufre a lo largo del desarrollo de su
cadena de acción. Al final, será un personaje diferente al personaje que aparecía
en la situación inicial.
Un personaje plano
es aquel que no evoluciona ni involuciona con las peripecias que sufre a lo
largo del desarrollo de su cadena de acción. Al final, será el mismo personaje
que el personaje que aparecía en la situación inicial.
Y, por último, nos fijaremos en la siguiente pauta:
cuanto más diferentes sean entre sí, más colorida será la historia. En relación
con este aspecto, citaremos a don Quijote y Sancho Panza.
Narrador
El narrador, en primera o tercera persona, se erige en un personaje privilegiado. Si materializamos nuestro argumento sirviéndonos de las
perspectivas de diferentes narradores, referiremos cada capítulo desde la
óptica de un único narrador.
Cuando trabajamos en primera persona,
este narrador es un personaje interno al argumento que está relatando. Puede ser el
protagonista o un testigo de los hechos que refiere.
Cuando trabajamos en tercera persona,
este narrador es un personaje externo al argumento que está relatando.
El narrador y el autor suponen dos figuras distintas. El narrador sabe menos que el autor. El narrador
solo conoce lo que sabe el personaje con punto de vista o lo que registra la «cámara» (lo que se ve y se oye) en el caso del punto de vista
neutro.
Ningún narrador mentirá; pero los personajes, mediante sus diálogos y actividades
mentales, sí pueden mentir. Por consiguiente, diferenciaremos las actividades mentales
de los personajes y la voz del narrador aunque a veces se hallen mezcladas.
Clasificaremos los personajes principales en
protagonistas y antagonistas o coprotagonistas. Trabajaremos una cadena de acción para cada protagonista
y le asignaremos un antagonista. El antagonista también puede ser un concepto, por
ejemplo, un miedo del protagonista.
El protagonista aparecerá en todos los capítulos. Si trabajamos con varios protagonistas, será suficiente con mostrar uno de modo directo en cada capítulo. El resto emergerá indirectamente a través del diálogo de otros personajes o de la actividad mental
del personaje con punto de vista.
Cada antagonista será un personaje o concepto. Cada personaje antagonista tendrá su cadena de acción. Si trabajamos con un protagonista, su antagonista
aparecerá directa o indirectamente en cada capítulo. Si trabajamos con varios protagonistas, será suficiente
con mostrar al antagonista (directa o indirectamente) del protagonista que
aparece de manera directa en el capítulo.
Los personajes secundarios giran en torno a los
protagonistas y antagonistas. Trabajaremos una cadena de acción para cada personaje
secundario.
Todos los personajes secundarios no pueden aparecer en
cada capítulo. La función de estos personajes consiste en
otorgar verosimilitud a las tramas principales, lo cual no
impide que «vivan» sus propias aventuras. Se amarán, se odiarán, se enamorarán de personajes del bando opuesto.
Los personajes secundarios suelen dividirse en mentores y
aliados. El mentor del protagonista se corresponderá con un mentor
del antagonista y cada aliado del protagonista se corresponderá con un
aliado del antagonista. Con este sistema binario equilibraremos nuestros
argumentos. Los mentores y aliados también pueden ser conceptos. Así, un mentor concepto del protagonista podría corresponderse con un
mentor personaje del antagonista.
Los personajes circunstanciales orbitan alrededor de los protagonistas,
antagonistas y secundarios, y pueden desempeñar un pequeño papel en el avance del argumento: circunstanciales con entidad. En otras ocasiones su función se reduce a conceder verosimilitud a las escenas y completar las tramas:
circunstanciales sin entidad.
Crearemos minicadenas de acción para algunos
personajes circunstanciales con entidad, si el desarrollo argumental lo precisa. Los personajes circunstanciales aparecerán
esporádicamente y su función consiste en dotar de credibilidad las tramas principales y secundarias.
¡Ya conocemos los aspectos básicos de los personajes!
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