El comienzo de nuestra novela será potente y contendrá un cliffhanger,
que no cerraremos hasta el final. No tenemos por qué empezar por el planteamiento. Podemos
empezar, por ejemplo, por el final. Lo importante es que nuestra apertura
contenga alguna pregunta implícita relevante para el desarrollo de los
acontecimientos que referiremos después.
En el devenir de nuestro argumento siempre flotarán dos o
tres expectativas. Entonces, seleccionaremos los datos esenciales
para su desarrollo, los ocultaremos e iremos dosificando su contenido.
La novela policíaca y la novela negra se nutren del misterio o intriga para mantener la atención del lector. Cuando trabajamos este recurso, el protagonista y el lector poseen la misma información. Juntos
van descubriendo las claves para la resolución del argumento.
Tanto la novela policíaca como la novela negra comienzan
del mismo modo: un crimen sin resolver que el detective protagonista deberá investigar. La novela negra supone una variante de la novela
policíaca. En la novela policíaca lo importante es la resolución
del crimen. Sin embargo, en la novela negra el crimen supone un pretexto para diseccionar
de manera naturalista los vicios morales y la corrupción de la sociedad en la
que tuvo lugar el asesinato.
Ejemplo de novela policíaca: Muerte en la vicaría (Agatha Christie).
Ejemplo de novela negra: La muerte de Amalia Sacerdote (Andrea Camilleri).
Bueno, no nos demoramos más y damos paso a la página
titulada Los modos de referir un argumento.
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