Nuestros personajes habrán de ser
verosímiles; es decir, creíbles. Sin embargo, nunca serán verídicos; pues no habitan
en el mundo real. Jamás nos encontraremos a Ana Ozores o a Sancho Panza por la calle, salvo que se trate de una actriz o actor.
Si nuestros personajes son oficinistas, estaremos trabajando un argumento realista; esto es, los acontecimientos que referimos pueden
darse o haberse dado en la realidad.
Si nuestros personajes son marcianos, estaremos trabajando un argumento de ciencia ficción; esto es, los acontecimientos que
referimos podrían darse o haberse dado
en la realidad. La ciencia ficción se nutre del elemento especulativo:
especulación científica, tecnológica o histórica. Sin él no
hay ciencia ficción.
Si nuestros personajes son zombis, estaremos trabajando un argumento de fantasía; esto es, los acontecimientos que referimos no
podrían darse ni haberse dado en la realidad. Este tipo de literatura se ubica en la esfera de lo sobrehumano.
Elijamos los personajes que elijamos, debemos provocar que el lector abandone temporal y
parcialmente el fragmento de realidad en la que se encuentra sumergido. Y esto
solo lo conseguiremos dotando a nuestras historias de credibilidad.
Entonces, llevaremos a cabo cadenas de acción coherentes (El argumento I) y personajes que se ven obligados a
luchar contra sí mismos o contra el mundo para satisfacer sus objetivos vitales
(La ficha de cada personaje).
Así, llegamos a la conclusión de que todas las historias
se cuentan del mismo modo y que todas las historias ya están contadas.
Varían las ambientaciones, los estilos narrativos, los enfoques, etc., pero los
conflictos del Hombre no cambian por muchos siglos que pasen. Lo único que diferencia unas
historias de otras es la sensibilidad y la visión del mundo de cada autor. Y es
en este punto donde reside la originalidad.
Bueno, no nos demoramos más y damos paso a la página
titulada ¿Argumento realista, de ciencia ficción o de fantasía?
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