Cuando concretizamos la actividad mental a través de
pensamientos, a veces deberemos acotarlos. Solo los acotaremos para ofrecer
información relevante o situar al lector y no tendremos miedo de repetir piensa o pensó; pues dichas
formas verbales pasan desapercibidas.
Los reproduciremos insertados en las comillas angulares,
españolas o latinas («»); que encontraremos en insertar/símbolo. Si efectuamos la acotación al final del pensamiento, la
situaremos fuera de las comillas.
Ejemplo:
«Este no sabe con quién está hablando», pensó Diego.
Si efectuamos la acotación dentro del pensamiento,
utilizaremos la raya (—); que también encontraremos en insertar/símbolo.
Podemos imbricar los pensamientos en diálogos directos,
descripciones o resúmenes; o bien reproducirlos solos en uno o varios párrafos.
Ejemplo:
—Míralo. Aquí está, Alfredo. Te lo dije, te lo dije.
—Juan revisa los informes en medio de un delirio sudoroso. «Estúpido, creías que podrías engañarme. —Arranca tres hojas, las dobla
y las guarda en el bolsillo de la americana—. De esta no te libra ni un
milagro».
Cuando los personajes toman la palabra, sopesaremos si hemos de acotar sus intervenciones para recordar al lector quién está
hablando o para contextualizar la escena. Al efectuar las acotaciones, no tendremos
miedo de repetir dice o dijo; pues dichas formas verbales pasan
desapercibidas.
Ejemplo:
—¿Por qué no me dijiste que llegarías tarde? —Julia permaneció
de pie, en medio del salón, con los brazos en jarra.
—Lo siento —Alfonso agachó la cabeza—, no pensaba
entretenerme.
—Ya, siempre lo mismo. A saber con quién habrás estado.
—¿Por qué no confías en mí? He estado con los chicos
tomando unas cervezas.
—Sí, seguro. —Julia frunció los labios.
La función principal de las acotaciones consiste en situar
las tramas en el espacio y en el tiempo. Las acotaciones innecesarias
dificultan la lectura.
Bueno, no nos demoramos más y damos paso a la página
titulada La acotación del pensamiento y del diálogo.
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