Antes de nada, cabría preguntarnos qué es el subconsciente colectivo. El psiquiatra suizo Carl Gustav Jung acuñó
este término a principios del siglo XX. Según Jung: existe un sustrato común a
todos los seres humanos de cualquier época y lugar, sustrato que rebasa la razón
y se configura mediante arquetipos. Por lo tanto, podríamos entenderlo como una base
de datos heredada. Los arquetipos de Jung suponen imágenes mentales y símbolos que aparecen en
todas las culturas bajo diferentes formalizaciones.
Ejemplos de arquetipos: el padre, la madre, la sombra, el héroe, el sabio,
etc.
En el ámbito de la literatura este subconsciente colectivo lo vamos a asociar
con cuatro elementos:
1. Los resortes dramáticos
2. Las necesidades psíquicas atemporales a la condición
humana
3. Los miedos, deseos, vicios, virtudes atemporales a la
condición humana
4. Las diferentes lecturas
Estos elementos jamás los mencionaremos explícitamente, los recrearemos
mediante las peripecias que «viven» los personajes.
1. Los resortes
dramáticos constituyen aquellos temas y motivos que conectan con nuestra
esencia global.
Ejemplos: orfandad, pérdida de un hijo, viudedad,
egoísmo, envidia, locura, celos, enfermedad, rivalidad, catástrofe que diezma
una población, amor, amistad, éxito, etc.
¿Quién no se identifica con una madre viuda que lucha por sacar a su prole
adelante?
En cada una de nuestras novelas deberían aparecer al menos tres. Además convendría que coincidieran con los temas
que tratamos en nuestros argumentos. Lo cual no tendría por qué resultarnos
difícil, ya que siempre estamos contando lo mismo desde sensibilidades y
percepciones del mundo diferentes. Y es en estas sensibilidades y percepciones
individualizadas donde reside la originalidad.
2. Necesidades
psíquicas atemporales a la condición humana: seguridad, aventura,
pertenencia a grupo, ser amado y admirado.
3. Como ejemplo de miedo, citaremos el miedo al fracaso; como ejemplo de deseo, la admiración
tras la muerte; como ejemplo de vicio, la lujuria; como ejemplo de virtud, la prudencia.
4. Lecturas: ética, social, moral, política, filosófica,
psicológica, sociológica, etc.
La estructura profunda de los clásicos se caracteriza por rezumar este
subconsciente colectivo. Los clásicos refieren historias atemporales mediante
excelentes construcciones argumentales y un estilo sublime, en el que suele
primar la claridad y la sencillez.
El ingenioso hidalgo don Quijote
de la Mancha (Miguel de
Cervantes) trata temas universales como la amistad, el amor idealizado y la
contraposición entre locura y cordura.
En la tragedia griega Medea
(Eurípides): Jasón, esposo de Medea, se promete con Creúsa, la hija del rey de
Corinto. Medea se muestra sumisa y regala a su rival una corona de oro y un
peplo que causan la muerte por simple contacto. Creúsa muere de forma horrible y después Medea mata a los hijos que tuvo con Jasón.
Traición, celos, venganza, filicidio. ¿No parecen los «ingredientes» de un thriller
actual?
En la tragedia griega Edipo rey
(Sófocles): Edipo, tras una serie de mentiras, acaba
casándose con su madre (Yocasta). Ninguno de ellos conoce esta verdad.
Cuando la descubren: Edipo se ciega y pide ser desterrado, y Yocasta se
suicida.
Incesto, desgracia provocada por el ocultamiento de la verdad, autocastigo,
suicidio, los ricos y poderosos también están expuestos al sufrimiento. ¿Escribimos un relato con estos «ingredientes»?
En la tragedia griega Los siete
contra Tebas (Esquilo): los hermanos Eteocles y Polinices (hijos de Edipo y
Yocasta) reinan por turnos en la ciudad de Tebas. Eteocles se niega a ceder el
turno a su hermano y acaban matándose.
Egoísmo, traición, ansia de poder, fratricidio. Humano, ¿no?
Todo lo que hemos estado revisando en esta entrada nos lleva a la
conclusión de que en literatura no existen ideas buenas o malas. Solo existen
buenos y malos desarrollos estructurales (qué
contamos) y estilísticos (cómo lo
contamos) de las ideas.
Bueno, no nos demoramos más y damos paso a la página titulada Los resortes dramáticos.
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