Cuando ya hemos delimitado qué personajes van a «interpretar» nuestro argumento, realizaremos fichas de ellos. Estas fichas nos permiten individualizarlos. Los conoceremos muy bien para no incurrir en incoherencias. Las fichas contendrán sus datos
personales, exterioridad, interioridad, lados
buenos y malos, conflictos internos, pasado y relaciones
interpersonales. Es necesario que justifiquemos cada información que los
vaya configurando. Definiremos cómo son por dentro y por
fuera. Además, lo ideal sería conectar su interioridad con su exterioridad.
Así; si nuestro protagonista fuera un chico muy nervioso, podría
morderse las uñas.
También es muy importante que elaboremos una breve
biografía con anécdotas de cada uno de ellos. Esta biografía no ocupará más de
un folio. Es posible que después no utilicemos algunas de las anécdotas que
fuimos creando, no importa: se fundirán en el subtexto.
Según Ernest Hemingway: el autor tiene la obligación de saber todo acerca de su argumento y personajes, hasta los detalles más nimios. Sin embargo, después solo plasmará
una pequeña porción de ese conocimiento. Esto verifica su teoría del iceberg. Es decir: lo que escribimos constituiría el 20 % del
bloque de hielo visible y lo que omitimos, el 80 % restante que yace oculto bajo
el agua. Este 80 % conformará el subtexto y se erige en la esencia de nuestra
novela.
Las informaciones que nosotros, como autores, poseemos y no mencionamos de manera explícita llegan a la mente del lector. Por consiguiente, se establece un «proceso
telepático».
El subtexto se construye mediante las elipsis funcionales y las informaciones relevantes para el avance de las tramas que no describimos, sino que sugerimos.
Las elipsis funcionales suponen aquellas fracciones de nuestro
argumento (trama o conjunto de tramas) que elidimos porque no inciden en su
desarrollo. De este modo, no mostraremos a nuestro protagonista
lavándose los dientes; a menos que vaya a ocurrir algo significativo en esa
escena. El lector ya asume que se los cepilla.
Entonces, trabajaremos los argumentos de nuestras novelas
haciendo continuos saltos funcionales en el tiempo. Estas elipsis forman parte
del juego de la ficción y el lector las asume con total naturalidad.
¡No podemos referir las veinticuatro horas de cada una de
nuestras tramas!
Bueno, no nos demoramos más y damos paso a la página
titulada La ficha de cada personaje.
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