El comienzo de nuestro argumento es muy importante y tiene que contener
alguna expectativa. De este modo despertaremos la atención del lector desde el
primer párrafo. Formularemos alguna pregunta implícita en las primeras líneas y la
mantendremos abierta hasta el final. Por ejemplo, La mañana en la que Lucía
iba a perder a su hijo, se levantó con un punzante dolor de cabeza. Tras este inicio podremos detener el ritmo de la narración, pero ya habremos
captado la atención del lector.
Conviene que seamos conscientes de que el lector actual suele disponer de
poco tiempo; por lo que iremos al grano. Si Alberto y Rocío (dos
adolescentes) quieren huir para vivir su amor, y hasta la página cincuenta no
ofrecemos alguna pista acerca de sus intenciones: el lector ya nos habrá
abandonado mucho antes de llegar a ese punto.
No es necesario que formulemos expectativas en cada escena; sin embargo, siempre habrá dos o tres preguntas en el aire. Además de las expectativas, para satisfacer las exigencias del lector
contemporáneo necesitaremos:
1. Personajes sumidos en situaciones adversas, que consiguen superarlas y
surgen a la vida: el Hombre puede cambiar su destino. Personajes excepcionales,
que muestran las debilidades de la condición humana.
2. Lenguaje claro y sencillo. Lenguaje llano. Brevedad.
3. Capítulos de extensión breve.
4. Diálogos muy bien construidos y que inciden en el avance de las tramas,
en detrimento de las descripciones.
Bueno, no nos demoramos más y damos paso a la página titulada El argumento III.
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