Para inventar un argumento, observaremos de modo
continuo la realidad que nos circunda e interpretaremos físicamente nuestros
estados de ánimo. Es decir: trasladaremos al plano de la sensorialidad
nuestras tristezas y alegrías, y las impregnaremos de recuerdos y sucesos
inventados. Así, podremos elaborar desde la concreción los estados anímicos de
nuestros personajes.
Sensorialidad: los cinco sentidos y los dos sentidos internos.
Sentidos
internos: la imaginación y
los recuerdos.
Concreción: ¿qué forma física tienen las abstracciones?
Por ejemplo, una de las formas físicas del nerviosismo
podría ser una respiración agitada.
Siempre que podamos recrearemos físicamente las
abstracciones, excepto cuando la abstracción sea el modo más rápido de llegar a
la mente del lector. Nunca mencionaremos la abstracción y la recrearemos.
Nuestro criterio artístico nos dirá cuál de las dos opciones es mejor en cada
momento.
Aprenderemos a diseccionar nuestra realidad con «ojos de escritor». Un escritor es capaz
de percibir historias donde los demás solo ven rutina. Estaremos siempre alerta y cuando algo llame nuestra
atención, nos preguntaremos ¿y si…? Aquí podría subyacer la semilla de un argumento.
Registraremos los detalles de las situaciones
que vivimos para después completar las escenas de nuestras historias. Si, por ejemplo, estamos en un hospital: cómo huele; cómo
se comportan los médicos, las enfermeras, los otros pacientes, sus familiares;
a qué saben las comidas, cómo visten los diferentes trabajadores, etc.
Una vez ejecutado este trabajo, procederemos a realizar
un informe de la cadena de acción del protagonista. Esto es algo muy sencillo e
importante. Escribiremos dos o tres oraciones para cada eslabón
(los enumeramos en la entrada anterior). Después reflexionaremos sobre los
obstáculos y escribiremos una o dos oraciones para cada uno de ellos. Resulta
más sencillo afrontar las dificultades a las que nuestro protagonista se
enfrentará si conocemos el clímax y el desenlace. No conviene que nos extendamos mucho en estos informes y serán las hojas de ruta que nos guiarán durante la elaboración del primer borrador.
A partir de la cadena de acción del protagonista, surgirán las de los
otros personajes.
En la fase del primer borrador intentaremos recrear de modo literario y coherente los informes anteriores. Decimos intentaremos
porque nuestro manuscrito no empezará a tener rasgos artísticos hasta que no nos enfrentemos a su reescritura y revisiones. En la fase del primer borrador solo nos ocuparemos de
escribir sin censurar nuestra creatividad. Ya modificaremos, cortaremos,
añadiremos, etc., después.
Nota: Si
decidimos trabajar una novela de corte intimista o existencialista, como El extranjero (Albert Camus) o La tregua (Mario Benedetti), es posible
que solo necesitemos centrarnos en la cadena de acción del personaje principal.
El resto de personajes los trabajaremos mediante fichas.
Bueno, no nos demoramos más y damos paso a la página titulada El argumento II.
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