Según Javier de Santiago Guervós (Principios de comunicación persuasiva): cuando nos referimos al
cerebro humano, no hablamos de un cerebro; sino de
tres. Tres cerebros contenidos en una estructura única.
A continuación, vamos a mencionarlos por
orden de aparición:
― reptiliano
― límbico
― neocórtex
El reptiliano
(cuando éramos reptiles) regula las funciones vitales básicas, como la
respiración o el metabolismo de los órganos, las reacciones automáticas (instinto)
y las conductas repetitivas. Se trata de la región más primitiva de cualquier
cerebro. Un reptil no investiga. Al aprender una conducta, la
repite hasta su muerte. Por consiguiente; las ceremonias, los rituales y los comportamientos
obsesivos podrían hundir sus raíces en este cerebro.
El límbico
(cuando éramos mamíferos poco evolucionados) constituye el cerebro emocional.
Regula, por ejemplo, el miedo y la rabia.
El neocórtex (cuando
nos erigimos en mamíferos evolucionados) constituye el cerebro racional.
La emoción se
pone en marcha antes que el pensamiento, y de un modo completamente
independiente a él. El sistema límbico puede reaccionar con un arrebato de
rabia o de miedo antes de que el neocórtex se dé cuenta de lo que está ocurriendo.
(Principios
de comunicación persuasiva).
Y lo anterior se debe a que el cerebro que regula la
emoción es muy anterior al cerebro racional.
Primero
sentimos, luego racionalizamos el sentimiento.
(Principios
de comunicación persuasiva).
Es importante que sepamos que el cerebro humano trabaja reconociendo estructuras
(estructura: previsibilidad) y asociando ideas. Necesita reconocer una estructura o
patrón; pero al mismo tiempo requiere ser sorprendido. Por lo tanto, daremos una vuelta de tuerca coherente a las estructuras que utilicemos. Nuestro cerebro no es capaz de funcionar si no recibe estímulos, así que alentaremos la creatividad.
¿Cómo?
Pues leyendo, viendo películas, acudiendo a
representaciones teatrales, museos, conciertos, quedando con nuestros
amigos, etc. Tendremos siempre la antena puesta, aunque estemos
descansando en el sofá, porque nunca sabemos cuándo va a saltar la liebre.
Entonces, cualquier proyecto que realicemos (sea de la
índole que sea) ha de estar dotado de una estructura coherente. Si no es así,
nadie se interesará por él. No atraerá la atención de los cerebros de otras
personas.
Nota: La estructura está al servicio del contenido y nunca al revés.
La estructura de nuestra novela está constituida por su
argumento (fórmula prefijada). En su devenir iremos imbricando preguntas
indirectas y sutiles, cuyas respuestas no se verificarán inmediatamente. De este modo, con una estructura coherente y preguntas sutiles, mantendremos la atención del receptor. Las preguntas siempre suponen un reto para nuestro cerebro.
Una vez que hayamos diseñado nuestro argumento: lo expresaremos bajo los parámetros de la claridad, brevedad, sencillez, orden, precisión, agilidad y belleza. Ya que, si lo edificamos con un estilo farragoso e
ininteligible, el lector nos abandonará. Un método casi infalible para atraer la atención de los
lectores es la creación de párrafos y oraciones breves con longitudes variadas
(dentro de la brevedad). De esta manera otorgaremos dinamismo al texto. Conviene que no utilicemos más de treinta y cinco
palabras entre punto y punto. Si elaboramos oraciones
excesivamente largas, el lector se perderá y se aburrirá.
Otro aspecto interesante en relación con el cerebro es la
cuestión de los hemisferios. El hemisferio izquierdo rige la lógica y el
derecho, la creatividad. Como autores, tenemos que conjugar continuamente ambos
hemisferios en nuestro trabajo. La imaginación es importantísima para nosotros; no obstante, debe
estar gobernada por la lógica y la coherencia.
Según Einstein: con la lógica podemos ir desde la A hasta la B;
pero con la imaginación, a todas partes.
Bueno, no nos demoramos más y damos paso a la página titulada ¿Qué es una novela?
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